jueves, diciembre 22, 2011

Razón contra amor

Que sin duda, aquellos que hablan del amor, que dicen que se basa en algo químico, que es algo del cerebro, jamás han amado.
Que dichos valientes le expliquen a mi corazón por qué se acelera sin nada especial; por qué por las noches, muchas veces, duele como si estuviera herido, hecho trizas; o por qué desde hace demasiado tiempo, se siente obligado, maltratado, arrastrado, emocionado, atado a una puerta de la que tira, pero que se abre en la otra dirección.



Que si esto es una enfermedad, alguien le de una cura. Que si no la tiene, que la atenúe.

sábado, noviembre 26, 2011

¿Ya?

¿Ya?

Enfrentarse a cada reto,
ocultando el esfuerzo,
creer estar en el infierno,
para querer llegar al cielo.

Navegar entre palabras,
entre ilusiones vagas,
convertirlas en actos,
en el momento exacto.

Deslizarse al tacto,
atacar al peligro,
mantenerse al filo,
firmando un pacto.

Sentir tanto miedo,
como te permitan,
combatir al tiempo,
cuando te lo quitan.

Navegar entre palabras,
entre ilusiones vagas,
convertirlas en actos,
en el momento exacto.

Se agotan los segundos,
gritar alto un te quiero,
antes de otro vuelo,
cuando escuche el mundo.

Gastar todos los intentos,
nunca dejarse vencer,
revelar los pensamientos,
nunca rendirse al perder.

Navegar entre palabras,
entre ilusiones vagas,
convertirlas en actos,
en el momento exacto.

miércoles, noviembre 09, 2011

Directo al corazón

A veces, me dejo llevar por la ilusión de que es sólo un capricho.
Que lo imposible es lo que siempre más anhelamos.
Pero luego, al sentir las mariposas... no, más bien los elefantes, que pisotean mi estómago con simplemente verle, borran de un plumazo toda lógica.
Es entonces cuando me entra el miedo por la garganta, me hace apretar los dientes, respirar más fuerte, combatir las ganas de gritar que estoy ahí. Baja por la garganta, congela mi cuerpo hasta la punta de los pies, atenaza mis músculos y bloquea mi mente. Me obliga a apartar la vista, a encogerme, a hacerme invisible.

Es un corazón dañado, harto de sufrir por algo que está tan lejano. Es un corazón que no ha aprendido de los errores, que sueña y se ilusiona, sabiendo que está prohibido. Es lo que queda de caída tras caída, de algo enamorado de una mentira que él mismo ha construido día a día. Es un corazón a tiras, que aún se para con una mirada, que echa a latir desbocado con una sonrisa. Es como un inocente que se ha condenado libremente a muerte.

sábado, noviembre 05, 2011

Dare (Atrévete)

Dare

Una habitación, en un edificio en pleno centro de la ciudad. Una chica acaba de cerrar de golpe la puerta de su armario antes de girarse bruscamente, para encarar a la otra persona presente. Es un joven con una expresión rabiosa en sus labios y ojos ennegrecidos por lo que parece ser furia. Él se está agarrando la cabeza con ambas manos, con gesto desesperado. Ella extiende los brazos con exasperación y le pega una patada a una caja y tira todo fuera. Luego tendrá que recogerlo, pero eso en ese momento no tiene ninguna importancia. Son incapaces de mantenerse la mirada más de un par de segundos seguidos, pero aún así están enfrentados como jamás lo habían estado, quizás como jamás lo volverán a hacer.
Por sus mentes van pasando cada instante vivido uno junto al otro y todo vuelve a comenzar.
-Piensa, simplemente piensa –le espeta la chica-. Recapacita por una vez en tu vida.
-Es que no lo entiendes…
-¡Pues claro que no lo entiendo, no dejas que lo haga! –le está chillando sin poder controlarse más-. ¡Encierras todo bajo una llave que nunca me has dejado ni mirar!
Vuelven a mirarse a los ojos, unos con expresión dolorida y otros con rencor. Aunque sólo tienen la cama en medio, parece que hay todo un océano y medio mundo entre ellos. Ella se cruza de brazos, como intentando mantenerse de una pieza. Él, en cambio, esconde la cabeza bajo sus manos anchas. Sus piernas apenas le sostienen en ese momento.
-¿De qué tienes miedo, por qué me temes? –su voz se suaviza cuando le pregunta eso.
De repente, el joven llega hasta su lado y la agarra por los hombros. La sacude levemente, pero de forma rígida.
-¿Miedo, soy yo el que tiene miedo? –le replica con la mandíbula tensa-. Si sólo con mirarte fijamente o acercarme a ti te echas a temblar, como si quisiera destrozarte o algo. ¿Por qué insistes tanto? ¿No puedes dejarlo estar?
-¡No, claro que no puedo! –ella grita, fuera de sí y con los ojos demasiado brillantes-. Sigues sin darte cuenta de que eres la persona que más daño puede hacerme en toda mi vida, que puede hacerme pedazos con una simple frase o con algún pequeño acto. Tienes en tus manos más de lo que nadie ha tenido jamás de mí, y continúas jugando conmigo y mis sentimientos como si yo fuese irrompible.
Ambos enmudecen, sus músculos se tensan y se separan lentamente. Un paso hacia atrás. Otro paso más. La chica cierra los ojos, niega con la cabeza. Nunca es fácil poner un sentimiento en palabras sobre la mesa, ni tampoco lo más sensato. Menos aún, en situaciones como esas, donde se lanzan los dados y se apuesta todo a suerte, para bien o para mal.
-No deberías haber dicho eso –él se pellizca el puente de la nariz con los dedos-. Yo jamás he jugado contigo. Nunca he querido hacerte daño, nada más lejos de la realidad. Eres importante para mí y muchas veces no se qué haría sin ti.
-¿Jamás, estás seguro? –le mira mientras lo dice con tono irónico-. ¿Cuánto te importo?  Dices tantas cosas que no sé cuando creerte. Todas esas miles de veces que me has agradecido mi presencia en los malos momentos, pero te desvivías por alguna otra que también escuchaba tus problemas. Nunca has tenido en cuenta lo mucho que me afectaba cada día que te ayudaba, ni lo que me dolía ver tu comportamiento con tus demás amigas.
Sus ojos se encuentran, marrón miel y verde apagado. Los primeros, desconcertados. Los segundos, con lágrimas apunto de caer.
-Creía… creía que todo estaba olvidado, que sólo era un amigo más, a pesar de las bromas que te hacía, que simplemente fue un encaprichamiento tonto y que ya se te había pasado –él tartamudea, dándose cuenta de la metedura de pata que llevaba cometiendo desde hacía tiempo.
Ella sonríe, pero con una sonrisa triste, melancólica, dolida.
-¿Eso pensabas? –se frota los ojos y suelta una carcajada fría-. Quizás debería estudiar teatro, o dejar de usar tanto la ironía contigo, que está visto que no pillas ni una. Siempre has sido de neurona espesa.
Silencio. Por ambas partes. Nadie habla y ni una mosca se atreve a interrumpirles. No era momento de broma alguna, pero sencillamente se le acababa de escapar. La joven coge aire, va a empezar a hablar de verdad. En cambio, él, se muerde el labio inferior, sin apenas reaccionar.
-¿Sabes la cantidad de veces que me han dicho que teníamos que hablar? Que tu comportamiento no era normal, que te divertías a mi costa o que simplemente sentías algo que no querías admitir –la chica se da la vuelta y se sienta en la cama, de espaldas a él. No quiere que vea sus lágrimas-. Pero cada vez que estaba contigo todo era diferente. Igual eras la persona más tierna, o la más débil, o quizás ni me atrevía a acercarme a ti por miedo a encontrarme cara a cara con tu muralla y que me echases de allí a patadas.
-Lo siento, lo siento de veras, pero así es cómo… -según lo dice se va acercando a ella de nuevo.
-¡No! –ella se vuelve, con los ojos rojos y un rastro húmedo en sus mejillas-. Ni se te ocurra acabar esa frase ni una sola vez más. Lo sé de sobra, es eso lo que hizo que me enamorase de ti, mucho antes de que lo hiciese de tu sonrisa, de tus ojos. La carne es débil de todas formas, ¿verdad? Simplemente creo que hasta aquí hemos llegado.
El chico tiembla, su mente por unos momentos se colapsa. ¿Cuánto tiempo lleva equivocándose? ¿Negándoselo? Está a dos pasos del borde de la cama. Avanza uno. Y se deja caer de rodillas. Su cabeza queda inclinada hacia el suelo.
-¿Qué quieres que haga? –su voz es apenas un susurro-. ¿Qué necesito hacer?
-Atrévete –una sola palabra que implica más que un desafío-. Tu última oportunidad.
Sin dudas, sin cobardía por primera vez. Sin miedos y con el valor por fin. Se levanta ligeramente, rápido como una cobra. Agarra con suavidad el rostro de la chica y atrapa sus labios, con la urgencia de saber que casi la pierde para siempre.
A pesar de las lágrimas que habían adornado las mejillas de ambos, una sonrisa aparece en sus labios, aún unidos, cuando ella le agarra la camiseta y tira de él, cayendo sobre la cama. Él intenta no hacerle daño, apartándose un poco. Ella le sujeta fuerte, le da igual tener que aguantar su peso, sólo quiere sentirle cerca, lo más cerca que le permiten las reglas físicas. Había estado soñando con eso durante miles de noches, durante cada segundo de cada día.
-Eres tonto, tonto, tonto –le susurra en la oreja, con una sonrisa feliz, antes de mordisquearle el lóbulo.
Él se aparta, le mira serio. Bueno, su expresión es seria, no así sus intenciones.
-¿Me estás insultando? ¿De verdad? ¿Has tenido el descaro de llamarme tonto?
-Sí, y te lo diré las veces que haga falta –contesta ella frotando su nariz contra su ancho cuello-. Mi tonto. Tengo derecho a ciertos privilegios, ha sido demasiado tiempo el que he resistido. Y ahora que eres oficialmente mío, me aprovecharé.
Sus manos viajan por todas partes, como alas de mariposa. Le besa como si el mundo acabase en pocos instantes y él responde igual. Sus lenguas bailan al compás mientras sus labios luchan por convertirse en una sola cosa, en una sola persona. En algún momento, así ocurre. Se desvanecen las barreras, los límites, los temores, los malos momentos, los dolorosos recuerdos. Sólo quedan, por fin, él, ella. Ellos.
Frente a frente, se miran a los ojos, hablando sin palabras y de pronto por las mejillas de la chica resbalan un par de lágrimas, que él se encarga de secar con sus labios, antes de preguntarle que le ocurre. Sin más respuesta que una sonrisa, se deja envolver por sus delgados brazos y entierra la cabeza bajo su pelo, aspirando su aroma mientras ella medio solloza, medio ríe.
-¿No era yo el bipolar? –inquiere el chico-. Ahora mismo no estoy seguro de quién de los dos se merece ese adjetivo.
-Déjame –masculla ella con los ojos algo rojos-. Estoy feliz.
-¿Sabes? He descubierto que, a pesar de todo lo que he podido llegar a decir, pensar e incluso sentir, te quiero.
-¿Un te quiero como los míos, o el de bolsillo? –replica ella suavemente.
-Un te quiero de estos.
Con los dedos enredados en el cabello liso y claro de la muchacha, hace que sus labios se encuentren de nuevo, entregándole todo lo que tiene y todas las promesas con las que ata sus corazones, iniciando el baile más rápido, más lleno de ilusiones, emociones, sentimientos, sueños, más feroz, que pueden permitirse sus cuerpos. El mismo baile que descubre la luz de la luna llena, acariciando a ambos con sus destellos a través del ventanal, como dándoles su bendición.

domingo, octubre 23, 2011

Lo que aún queda

¿Sabes? Los cuentos de hadas no existen, no están hechos para mí. Nada de "vivieron felices y comieron perdices", ningún beso que me haga despertar de una pesadilla, ni siquiera un "buenas noches, princesa".
Sólo sé crearlos, crearlos para los demás, para que sueñen con algo irreal, algo que puede hacernos volar, pero que luego nos deja caer como un peso muerto más allá del borde del precipicio.
Ni sapos ni príncipes, ni ladrones como Aladdín, ni guerreros como Hércules, ningún valeroso caballero que me salve del dragón o de la bruja malvada.
No tengo hermosos vestidos, no tengo valor para comerme yo sola el mundo, ni piedras preciosas con el que adornar mi imagen, tampoco un enorme castillo, ningún pretendiente apuesto ni mucho con lo que impresionar.
Tengo un corazón con cicatrices, con pedacitos arrastrando, tengo miradas para regalar, caricias para prestar, sentimientos por estrenar y rincones para descubrir. También me quedan emociones empaquetadas, abrazos para dar, palabras que escuchar, conversaciones largas para quien quiera hablar. Aún guardo sueños que quiero lograr, gente a la que echo de menos y recuerdos llenos de momentos.
No quiero un príncipe ni ser una princesa. Sólo quiero evitar días de tristeza, lograr personas sinceras. Disfrutar de lo que me queda.

lunes, octubre 10, 2011

-13-



In another reality, you don't ask how, when or what.
In another reality, you are who tries to do that.
In most of my dreams, you are who dares.
In my own world, you have done it and my heart doesn't hurt.
In a perfect world, I wouldn't be writting anything about that.

viernes, septiembre 23, 2011

[-Otro castillo de naipes-]

Serán solamente palabras. Palabras dolidas, amargas, con rencor, con dolor, con rabia y mil cosas más que no puedo ni describir.

Ha llegado un momento en el que no soy capaz de fingir, de hacer como si nada. Que por mucho que creáis que no me entero de nada, lo hago. No se me pasa nunca lo que esta pasando a mi alrededor, lo que decís de mí, lo que aparentáis ser, las puñaladas que me dais y el cuchillo que escondéis tras la espalda y una sonrisa falsa.

Por mucho que quiera engañarme a mí misma, he vuelto a meter la pata al confiar en gente que no se lo merece. Mi castillo de naipes ha vuelto a caer, sólo que llevaba haciéndolo mucho tiempo y yo simplemente intentaba colocarlo todo de nuevo, sin darme cuenta de que el problema estaba en los cimientos. Ahora ya no creo que haya vuelta atrás, mis momentos de bajón me sirven para darme cuenta de quienes son las personas que estarán allí dónde y cuándo las necesite. Lo único que no perdonaré jamás a nadie de los que me han hecho sufrir alguna vez, es el temor que lograron que tuviese al resto del mundo, el que ahora no me deja poder aceptar que hay personas que de verdad se preocupan por mí, que las tengo para cualquier cosa, tontería o locura, y que sin ellas no sería nada.

Que estoy harta de todo esto, ¿sabéis? Que no os merecéis que me arrastre por vosotros ni una vez más, que aquí acaba todo si soy la única que se ha esforzado en mantener relaciones y amistades con gente desagradecida, egocéntrica, mentirosa y dañina sin saberlo.

Y espero no tener que volver a escribir nada relacionado con esto. No puedo fallar a mis personajillos que día a día procuran que me mantenga en la cima, y que si caigo, estarán preparados para agarrarme, evitar que el golpe duela o volverme a subir en cualquier momento. Sigamos con la filosofía de "Nunca caer ;D". De todas formas "Caer está permitido, levantarse es una obligación (8)".

Ni siquiera os odio tanto como se puede llegar a creer, simplemente quiero a quien se lo merece.

jueves, septiembre 08, 2011

A cielo abierto, contra tempestades.


Y es que, nada puede hacernos decaer cuando estamos ahí arriba.

No hoy, no ahora, no cuando se sabe que siempre hay quien te agarre. Quizás haya vaivenes, por culpa del aire, pero mientras nos queden fuerzas, mientras quede calor, soltemos amarras, abandonemos lastres.

Que no hay nada más, ni abajo ni detrás. 

Simplemente, ECHEMOS A VOLAR.

jueves, agosto 11, 2011

You, boy, just, never go out of my life


Que no importa la distancia, que no importa donde estemos, de todas formas siempre queda nuestro recuerdo. Da igual si no te atreves, da igual si no lo admites. Sigues siendo tú, sigo siendo yo. Pero sigue siendo un "te echo de menos" a cada momento, un "te necesito" a cada día y un "te quiero" con cada despedida.

domingo, julio 10, 2011

Ciudad de Lobos

Ciudad de Lobos

¿Qué harías si por mucho que investigaras un extraño suceso no encontrases una explicación?
Martín, un experimentado meteorólogo de 25 años, llevaba un tiempo buscando el motivo de que durante cierto tiempo y sólo por algunos lugares hubiera unas lluvias torrenciales y no llegase la luz del sol. Esas lluvias seguían un patrón durante todo el año, siempre pasaban por los mismos sitios.
Martín, aunque tuviera poca edad, había sacado buenas notas en la universidad más prestigiosa de Europa, la Universidad de Gales, y desde pequeño se había sentido muy atraído por los sucesos paranormales relacionados con el tiempo. A los dieciocho años, después de haber encontrado uno, según él muy extraño e importante, se puso a buscar información sobre los factores que lo causaban. Investigó libros, periódicos viejos, antiguas leyendas y otras cosas de donde pudiera sacar algo interesante y relevante.
Viajó por todo el mundo y siguió a las lluvias. Una noche llegó a una antigua ciudad maya y se dio cuenta de que dejó de llover; de que no daba la luz de la luna, era como si estuviese tapada por algo. Miró al cielo, parecía que era una noche oscura de tormenta, lo que provocaba que quien mirase hacia arriba no viese lo que ocurría. Sin pensárselo dos veces, el joven meteorólogo cogió una linterna de su mochila y, alumbrando el suelo y las escaleras para no tropezar, subió hasta la cima de la pirámide más alta que había lo más rápido que pudo. Después  de escalar durante casi media hora, llegó a la parte superior. Allí descubrió una plataforma flotante llena de carne y agua. En ella también viajaban cinco lobos grises. Al verlo, los lobos erizaron los pelos del lomo y le enseñaron los colmillos. Martín, muy asustado, abandonó la idea de echar a correr escaleras abajo, le alcanzarían antes de llegar al final y corría el peligro de caer rodando. Uno de los lobos se adelantó y debió de decirles algo a los demás, porque retrocedieron. El animal siguió acercándose a Martín y éste, en un último intento de protegerse, le alumbró a los ojos con la linterna. Para asombro del muchacho el lobo no retrocedió, es más, siguió acercándose a él. Martín aumentó la potencia de la luz de la linterna y esta vez el lobo se paró. Estaban apenas separados tres metros cuando de repente el animal se abalanzó sobre el joven. Ambos cayeron al suelo de golpe, armando un gran estruendo. El lobo gris puso las patas delanteras a los lados de la cabeza del meteorólogo para impedirle cualquier movimiento brusco que intentara hacer para huir o herirlo y fijó sus pequeños ojos amarillos en los de Martín al mismo tiempo que, para asombro del muchacho, le preguntó:
-¿Quién eres tú, que nos has seguido en nuestro viaje, descubriendo el paradero de nuestros alimentos y dañando nuestros ojos? Mientras hablaba, dejaba escapar de vez en cuando algún gruñido de advertencia que informaba del peligro que podía correr Martín si no contestaba.
-Mi… mi nombre es… es Martín -le respondió él tartamudeando por el miedo que le atenazaba todo el cuerpo. - Soy un meteorólogo que quería saber que pasaba con las lluvias que recorren el planeta, pero si usted quiere me marcharé sin decir nada a nadie y no volverán a saber nada de mí.
Cuando terminó de hablar esperó la respuesta del lobo, que se había quedado pensando en sus palabras. Al cabo de un rato el animal decidió algo.
-Yo me llamo Zarvián, el Vigía de la Leyenda Eterna, pero llámame Zar. Soy el Guardián de la Paz de la Ciudad de los Lobos o Nube Errante para los antiguos mayas.
Al terminar de presentarse bajó la cabeza a modo de saludo. Zar se enderezó y soltó a Martín, dejando que éste se levantara del suelo. Luego se dio la vuelta y aulló algo al resto que dejando de gruñir, volvieron a llenar la plataforma con los suministros.
Martín, un poco más tranquilo pero con más curiosidad que antes empezó a preguntar:
-¿Qué es eso de la Ciudad de los Lobos o Nube Errante?
-Es lo que llevas persiguiendo todo este tiempo y nuestro hogar -le contestó Zarvián dejando un cubo con carne en el suelo.
-¿De dónde sacáis los alimentos y la bebida?
-Es un humano que vive en una de estas pirámides, un descendiente de los mayas que aquí vivían -le contó Zar. –Se encarga de cazar conejos, ciervos, jabalíes y otros animales y de llenar cubos de agua que va subiendo hasta aquí durante todo el año. Cuando llega esta época nosotros venimos, recogemos los suministros y a cambio le entregamos una cría de lobo que le hace compañía y que él se encarga de cuidar y educar para que se convierta en el nuevo señor de alguna de las doce manadas que habitan en la ciudad.
La curiosidad de Martín ya estaba un poco mitigada pero seguía queriendo saber más.
Zarvián siguió cargando cubos pero se lo pensó mejor porque paró y soltó el que llevaba en la boca y volvió a acercarse al muchacho.
-¿Nos podrías hacer un favor? –le preguntó.
-¿Si? –inquirió Martín.
-Ayúdanos a cargar la plataforma con todo esto y haremos lo posible para ayudarte a cumplir un deseo –respondió el lobo.
-Vale –aceptó satisfecho.
Martín tenía bastante fuerza y al tener dos brazos hacía el trabajo el doble de deprisa que los cinco lobos con sólo la boca. Al cabo de un cuarto de hora la placa estaba llena y la pirámide, vacía. Cuando terminaron, Martín pensó en que todo quedaría olvidado cuando se despidieran y no habría resuelto el extraño motivo de las lluvias que provenían de la Ciudad de los Lobos.
Zarvián se dirigió al meteorólogo.
-¿Cuál es tu deseo joven humano? –preguntó el lobo.
En ese momento, al muchacho se le ocurrió una idea y con ella su deseo.
-Llevadme con vosotros a vuestra ciudad, así podré observar con mis propios ojos la Nube Errante desde arriba y podré ver cómo vivís –dijo Martín emocionado.
-¿Pero qué comerás, dónde dormirás en las noches oscuras y cómo te mantendrás a salvo de los lobos más agresivos que no acepten tu estancia en nuestro hogar? –inquirió Zar preocupado por él.
-Puedo cocinar la carne en una hoguera y tengo un saco de dormir –repuso Martín.
Aunque el Vigía de la Leyenda Eterna no sabía qué era hoguera ni qué era un saco de dormir, acabó por darle permiso para visitar la ciudad durante un tiempo.
Se colocaron en la placa de metal y ascendieron hasta el hogar de los lobos con el alimento que debía durar hasta el siguiente año. Entraron por un hueco con forma cuadrada por el que subieron durante un minuto sólo iluminados por un pequeño rayo de luna que se colaba a través del orificio.
Cuando alcanzaron la superficie, Martín se vio rodeado por decenas de lobos de diferentes tamaños y colores. Los más jóvenes le olfateaban y se acercaban con un poco de miedo instintivo pero con la curiosidad propia de su edad. En cambio, los adultos le amenazaban y otros pedían explicaciones al Guardián de la Paz, Zarvián, porque según ellos había roto la promesa de mantener la Nube Errante a salvo.


De repente todos, hasta los más pequeños, callaron. En medio de aquella congregación había aparecido un enorme lobo blanco que se acercaba a Martín con la elegancia de un unicornio. El hermoso animal empezó a hablar. Su voz estaba en armonía con su porte elegante, era de volumen medio pero hacía enmudecer hasta al más inquieto ser vivo. Tenía un tono alegre pero transmitía seriedad y antigua sabiduría.
-Bienvenido a nuestra casa, Martín –dijo el lobo. –Siento que te hayan tratado así, pero es sólo una medida de seguridad. Mi nombre es Armilian, el que siguió la Luz, rey de la ciudad de los lobos y el que mantiene la unión de las doce manadas.
-Es un placer conocerle majestad –dijo Martín arrodillándose ante Armilian. –No quería alterar a los pobladores de esta maravilla de reino, pero la curiosidad me comía las entrañas y también las ganas de aprender cómo está construida vuestra morada.
-La curiosidad y las ganas de aprender a veces son peligrosas e imposible de saciar muchacho – le advirtió. –Pero respecto a las ganas de aprender te puedo ayudar.
-¿Usted la construyó? –preguntó el joven meteorólogo.                                         
-No –negó Armilian produciendo un ladrido parecido a una risa. –Fue un antiguo habitante maya, amigo de mis antepasados que gracias a unos viejos papiros egipcios construyó la Nube Errante con la ayuda de sus dioses y nos la regaló hace siglos. Otra cosa, puedes quedarte aquí hasta que llegue la puesta de sol del día siguiente y explorar nuestro territorio y una biblioteca donde se guardan todos nuestros conocimientos y el de los mayas.
-¿Y no podré volver nunca más?–dijo Martín alarmado.
-Dos días al año, cuando volvamos aquí, te esperaremos –le tranquilizó. –Estás destinado a ello, por eso sabía tu nombre, por eso sabía de tu llegada y por eso volverás si quieres.
-¿Cómo lo sabías?
-En esos papiros de los que te he hablado aparecía esa información.
Martín, enterado de todo lo que quería saber por ahora, se puso a explorar todo lo que encontraba a su paso. Entró en una de las cuevas donde vivía una familia de lobos que le dejaron mirarla. Todas tenían la entrada en el tronco de un árbol, eran grandes y estaban llenas de hierba seca para no pasar frío y estar cómodos.
El suelo de la Nube Errante no era blando y blanco como el de una nube real, sino un campo de césped natural, había vida como si estuviera en la superficie terrestre.
La biblioteca era el único edificio en toda la ciudad, construido por el primer humano que subió hasta allí. Estaba lleno de historias y leyendas mayas pero también de información de cómo se hizo todo lo que se podía encontrar en aquella extraña tierra flotante.
Cuando llegó la hora de marcharse, Martín se despidió de Zarvían, de Armilian y del resto de lobos. Pero ese adiós no era para siempre, pensó, volvería al año que viene a seguir buscando nuevas historias y relatos antiguos pero hermosos.

martes, mayo 31, 2011

Girar el reloj

Girar el reloj

Dejar que la arena vaya al revés.
Regresar a aquellos días donde lo que más dolía era perder una partida a los tazos o que descubriesen tu escondrijo para jugar al escondite.
Cuando conseguías amigos con solo una sonrisa; cuando el amor era una cosa de mayores y no hacía sufrir; no alejaba amistades, ni por celos ni nostalgia.
Volver a aquellos lugares recogiendo los recuerdos más inocentes que olvidamos, creyendo que nos esperarían para siempre; al igual que todas esas personas que prometieron estar ahí, que nunca se marcharían, pero que ahora, estando cerca, a sólo unos metros, son totalmente desconocidas, separándonos con un muro tan grande que no se ven ni los bordes.
Quiero una máquina del tiempo que me deje revivir desde el principio los momentos que perdí, los que no aproveché por la poca importancia que les di. Ahora mirar atrás, con una mínima sabiduría más, nos hace observar que daríamos todo por regresar, por echarle valor y hablar, por sacar del cajón hasta la última palabra que olvidamos liberar.

lunes, mayo 16, 2011

Mi baúl de secretos

Mi baúl de secretos

No sé si seguiré aquí cuando sepas echarme de menos,
ya no seré la misma que creía en amores de ensueño.

No soy aquella que fingía no tener celos,
tampoco la que imaginaba el "fueron felices" de los cuentos.

Quizás quiera volver a buscarlo de nuevo
y tal vez rellene de olvido y sentimientos mi baúl de secretos.

A lo mejor mi corazón se cansa de cualquier juego.
No quedará nada de la chica que almacenaba nuestros momentos.

La paciencia se acaba y la experiencia muestra su efecto.
Lo que deseo quiere volar como un pájaro que rompe el huevo 
.
A todo lo que quiero hacer me dicen que no debo.

Pero aún así, cuando me alejo, todavía espero que aprendas a echarme de menos.