domingo, noviembre 25, 2012

Hasta aquí llega, 13.

Sólo espero que algún día encuentres ese sobre que te di, y que antes de deshacerte de él, lo abras y recuerdes cada momento, cada palabra. Que antes de quemarlo o lo que hagas con todos los recuerdos que lleva grabado ese pequeño regalo, vuelvan a tu memoria esos detalles que me hacen ser diferente y que era, probablemente, lo único que te mantenía a mi lado.
Quiero que me dediques un último pensamiento, del tipo que sea, y que tu forma de echarme de donde he estado este tiempo te produzca un último remordimiento.
Me obligaste a romper definitivamente todas y cada una de mis promesas. Ya no te culpo, pero tampoco a mí misma. Éramos inestables, yo superé mi límite y tú lo aprovechaste para usarlo como punto y final. ¿Era necesario? Lo dudo. ¿Era inevitable? Seguramente. Ambos lo sabíamos, me lo recordabas cada mínima oportunidad. Lo negué un millón de veces, para convencerme a mí más que a ti.
Te fallé, me fallaste, me rompí y te olvidaste. Tú no lo quieres arreglar y yo no puedo arreglarlo. He cerrado puertas, he abierto otras, he dejado atrás muchos cachos, pero ahora está todo cicatrizado. He aprendido la lección: no entraba en la nueva ecuación de tu vida.
Nunca me han gustado los puntos finales. Nunca los pondré. Por eso sólo te digo, por última vez: Adiós, cariño...