lunes, noviembre 04, 2013

Dance with the devil. Noches de baile y olvido.

Dance with the devil. Noches de baile y olvido

La música inundaba las calles, unas de las más despiertas de toda la ciudad a esas altas horas de la noche. Aún había gente en las colas para entrar a las discotecas a ahogar sus asuntos en alcohol y bailar dejando la razón fuera, para recogerla a la salida.
Entre algún tumulto de personas que se movían al son de canciones interminables, una pobre alma desamparada le pegaba un trago a lo que debía ser su octavo o noveno cubata con más alcohol que refresco. De vez en cuando, miraba a la pista de baile, añorando los tiempos en los que él también era un adolescente irresponsable con la cabeza a pájaros. Ahora sólo era un adulto serio de veintinueve años absorbido por su trabajo como abogado, defendiendo mafiosos y asesinos a cambio de un salario extremadamente elevado. Odiaba su vida y en lo que se había convertido casi tanto como a la mujer que amó mientras ella le engañaba con su mejor amigo después de meterle en aquel negocio. Terminó lo que le quedaba de bebida y pidió otra.


El camarero se la sirvió, pero cuando fue a echar mano de ella, unos dedos finos de uñas negras se lo impidieron. Alzó la cabeza hacia ella y se quedó prendado de su mirada. Sus ojos se encontraron  y los de la joven refulgieron como las llamas.
-No deberías beber más –habló con voz suave y atrayente-. Nadie debería desperdiciar una noche como ésta.
-Déjame, ¿qué más da lo que haga? –gruñó él cuando consiguió fijar la vista en algo que no fuesen aquellos pozos verdes-. ¿Qué importa que esta noche sea especial si mañana todo será igual?
La mujer sacudió su melena pelirroja y le dio un sorbo a su copa de vodka negro, dejando la marca de sus labios rojos carmín. Soltó la bebida en la barra y agarró al hombre de las muñecas, girándole para tenerle frente a frente. Se acercó un poco a su rostro.
-Carpe diem. Quizás mañana algo sea diferente. No presupongas nada antes de tiempo. –La voz de la pelirroja era sensual, casi magnética y, por supuesto, enigmática-. Olvida todo por una vez, no puedes vivir por y para tu trabajo únicamente.
-¿Cómo…?
El hombre se tensó inconscientemente, algo le hacía sentir que esa mujer era peligrosa, aunque no hizo ningún movimiento para soltar el agarre que ésta tenía sobre sus muñecas.
-Sshh, sólo disfruta. Baila conmigo esta noche –dijo tirando de él hasta ponerle de pie-. Tómate unas vacaciones, aléjate de aquí o toma las decisiones que quieras, pero no hoy.
Acabaron en la pista iluminada por luces fosforescentes, balanceándose al ritmo de la música. Él no necesitaba escuchar nada más que la voz de la hermosa mujer que tenía entre sus manos, susurrándole la letra de algo que parecía enturbiar el ambiente, como si se crease una niebla a su alrededor, encerrándoles a los dos. Aunque también podía ser que la cantidad de alcohol que llevaba en la sangre le hiciese ver una realidad algo desenfocada.

-Te invito a bailar esta canción, que te llegue al corazón.
Olvida tus penas y siente el fuego del dolor.
Sin más agarre que la bruma de mis caderas.
Aprende los pasos rápidos de esta canción.
Deja fuera la razón,
Esto es más un rock and roll,
Sólo guerra y pasión.
Te invito a bailar esta canción, que borre todo.
Cierra los ojos y déjate llevar.
Sin más motivo que la magia del infierno.
Aprende los trucos negros de esta canción.
Deja fuera la razón,
Esto es más un rock and roll,
Sólo guerra y pasión.

-Tienes una voz magnética, especial –pensó él en voz alta.
-¿Qué importa eso? –se rió ella quedamente.
-No sé, simplemente se me ha pasado por la cabeza –se unió a sus risas-. Sigo sin saber quién eres.
-Tampoco tiene importancia –negó con la cabeza-. Ahora somos sólo tú y yo. Con la única compañía de la luna llena. Es cuestión del lugar, del momento, de la presencia. Ni nombres, ni recuerdos, ni posibles daños ni heridas mal cicatrizadas.
El encandilado hombre, de repente, como si de un sueño se tratase, notó que había desaparecido el ruido a su alrededor. El aire viciado de la discoteca se había convertido en una corriente de viento fresca y limpia. Estaban en algún lugar en medio de una pradera, con la música de grillos y búhos y el brillo del lucero nocturno sobre ellos.
-¿Cómo…? –medio exclamó asustado.
Se alejó de ella de golpe y se frotó los ojos. Incluso se pellizcó en el brazo hasta poner una mueca de dolor.
-Debo de estar demasiado borracho –dijo sacudiendo la cabeza-. O quizás alguien me ha echado algo en la bebida.
La pelirroja se acercó sigilosamente hasta él. No le dejó tiempo para reaccionar antes de juntar sus labios sabor caramelo con los suyos. Con suavidad, colocó sus brazos en los hombros fuertes de su acompañante y entrelazó sus dedos en su pelo castaño, oscuro como la noche que les envolvía. Dejó que su lengua paseara por su piel suave, pidiendo permiso a su boca para poder entrar en ella.
Poco a poco, él fue cediéndole el paso. Algo dominado por el alcohol y por la pasión que le transmitía la cercanía del cuerpo de la hermosa mujer, deslizó sus manos hasta dejarlas reposar a ambos lados de sus caderas, atrayéndola aún más cerca. Siguieron besándose durante un rato, probándose mutuamente, tanteando los límites del otro, de su espontánea confianza.
-¿Sigues creyendo que es una ilusión, un sueño, un delirio? –le preguntó ella mordisqueándole el labio inferior.
-Pero, si no lo es, ¿cómo es posible? –miró alrededor, aún desconcertado-. Estábamos en la discoteca y, de pronto… hemos aparecido aquí.
Ella ladeó la cabeza, expectante mientras él cavilaba la situación.
-Una noche, un momento, un rostro borroso. Ningún recuerdo, ningún daño –dijo al final con los ojos casi cerrados, perdido en sus pensamientos.
-Eso mismo –asintió la pelirroja, con una sonrisa felina, peligrosa, ardiente.
-Pero, ¿y si después de todo me parece poco? ¿Y si no quiero que acabe así? –preguntó, acariciándole con una mano una parte del cuello que su pelo dejaba al descubierto, mientras la miraba embelesado, intentando ponerle a sus ideas algo más de orden-. Quizás quiero que sea de noche para siempre, no tener que recordar por no haber olvidado nunca. No saber tu nombre, sino todo.
La mujer le miró entre sorprendida y extrañada. Nunca en sus muchos años de vida, existencia, o lo que fuese, le habían propuesto algo así. Ya fuese por instinto de supervivencia, por desconfianza o por alguna otra razón, pero acababan huyendo siempre. Ella era peligrosa. Más que cualquier otra mujer. Su mente solía ser retorcida, llena de planes maquiavélicos; y su corazón, frío, insensible, vacío de sentimientos. Solían. No esa noche.
-Tengo que irme, algo no está bien, pero… –se excusó rápidamente.
-¿Volveremos a vernos? –dijo él, con un tono algo implorante-. ¿Me has intentado convencer de que esto es real, pero ahora desapareces como si tal cosa?
-Lo intentaré; supongo que cuando menos te lo esperes te encontraré de nuevo.
Al igual que antes aparecieron en aquel claro bajo la luna, llegaron a las sombras que había al lado de la puerta de la discoteca. Con la diferencia de que ahora él estaba solo, con un último y cálido beso en los labios. Se apoyó en la pared, pensando que nada de aquello tenía sentido, con la cabeza embotada y aún oliendo el perfume salvaje de la pelirroja misteriosa. Se le ocurrió la idea de volver a entrar y pedirse un par de chupitos de lo más fuerte que tuviesen, para volver a olvidar, pero algo le quemó por dentro sólo de pensarlo. Así que, simplemente, decidió llamar a un taxi de los muchos que pululaban por ahí cerca y marcharse a casa.
Esa noche no durmió demasiado, tampoco las siguientes. En todas sólo pensaba en ella, en la chica de fuego. Sin darse cuenta, la buscaba por la calle. Cada vez que veía a alguien con el pelo de un color parecido, su corazón pegaba un brinco, pero siempre eran falsas esperanzas. Y así, pasó una semana desde que la conoció.